El viernes 6 de julio tuvimos la ocasión de visitar el pueblo de Ares invitados por su club náutico y con la excusa de que organizaban su primera semana náutica.
Lo cierto es que el día no comenzó bien. Un malentendido con el conductor nos obligó a dar un pequeño paseo por Coruña antes de llegar a la parada de drogodependencias, ya en Lamastelle un malentendido entre Sandra e Iago hizo que tuviésemos que ver como dejaban la furgoneta delante de la cocina para luego subirse en el bus, parar en la Casita y volver andando a buscar la furgoneta. En fin...
A pesar de todos los problemas no perdimos el buen humor
Por si estos retrasos no eran suficientes el bus se nos paró dos veces subiendo sendas cuestas, empezábamos a creer que ese no era nuestro día.
Por fin llegamos a Ares, ya podíamos ver las instalaciones del club náutico, ya estábamos a tiro de piedra... y el bus vuelve a parar. ¡No era posible! El autobús no cabía por la zona antigua de Ares; Iago bajó de la furgoneta y estuvo hablando con un vecino del pueblo que le dijo que los buses solo podían pasar por el paseo marítimo previa consulta con la policía municipal. Tras realizar las gestiones pertinentes conseguimos llegar al club náutico.
Fuimos recibidos por dos simpáticas piratas que nos iniciaron en los secretos de los mares y sus tesoros tras hacernos con parches y pañoletas para meternos en ambiente.
Así que unos hicieron pruebas y fotos con las piratas y otros estuvieron jugando al baloncesto y haciendo amigos.

Os presentamos a Xan el tuerto

¡Al abordajeeeeee!!
Antes de comer nos acercamos hasta un hinchable enorme en el que pasamos una horita muy divertida y cansada en la que pudimos sorprendernos (una vez más) de como nuestros amigos y amigas saltaban, sin parar, en el hinchable.

Después de tanto movimiento llegó la hora de un merecido y necesario refrigerio y posterior cafelito.

Ya estaba todo preparado para dar un paseito en barco. Los expertos nos avisaron de que fuertes rachas de viento estaban entrando en la ría y que sólo unos pocos elegido navegarían a vela; el resto debería hacerlo a motor. Tras reclutar la tripulación de los valientes, Iago se hizo a la mar esperando que sus grumetes disfrutasen al máximo con cada virada y trasnuchada.
¡Su gozo en un pozo! los expertos acordaron que era demasiado arriesgado izar las velas, así que tuvieron que conformarse con un agradable y tranquilo paseito a motor, igual que el resto de la expedición.
Tras los bautismos de mar decidimos explorar el paseo marítimo y probar las especialidades gastronómicas de la zona. El paseo fue muy agradable y nos permitió apreciar la belleza de Ares y de la ría que lo baña.
Al llegar a las instalaciones del club náutico nos esperaba una agradable sorpresa en forma de mochila, poster, gorra y maqueta de barco.
Tras los regalos llegó la cena, otro cafelito y el viaje a casa en bus, esta vez sin incidentes.
Fue un día especial y muy bonito, destacando el romántico paseo de María y Montrove en barco cogiditos de la mano.
Creo que esa noche todos tuvimos dulces sueños.
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